RAMON

RAMON

El hecho de haber nacido en Purén, ese gran pueblo de la Araucanía, fue la coincidencia que nos juntó en 1956.

Ese año al iniciar mis clases en la U. Austral, en Valdivia, ahí estaba Ramón, que quería estudiar arte, cuando en ese momento cursaba el tercer año de una linda especialidad: construcción naval. Que podría con las dos carreras, nos dijo. Pero a las pocas semanas ya había dejado la primera y estaba instalado solo en arte.

En alguna conversación inicial nos contó que en Purén, su padre don Abelardo Barrientos Alcázar había sido profesor en la Escuela de Hombres y que su madre había fallecido a consecuencias del propio nacimiento de Ramón. En sus primeros días de infante lo acogieron solidariamente habitantes del pueblo; Telmita Steiner Schmidlin nos dijo una vez que a esa familia en duelo la habían hospedado en su casa. Después las tres tías, Toya, Tato y Olga, hermanas de su padre, lo llevaron a Los Angeles y se hicieron cargo de criarlo dándole los alimentos materiales necesarios y sobradamente los espirituales.

Muchos años después, en una de mis frecuentes visitas a Purén, encontré la tumba de la señora Elsa Arellano Muñoz de Barrientos, madre de Ramón, que había dejado este mundo a muy temprana edad, en 1935. Tomé una fotografía de la placa de bronce que contenía su nombre y que marcaba el lugar en que descansaban sus restos, y se la entregué a Ramón. Supe después que esta imagen lo había impresionado mucho, porque era la constatación más absoluta de esa existencia, que para él resultaba muy lejana. Terminó llevando los restos a Los Angeles, en donde los concentró junto a sus antecesores, a Sonia Prüssing, su primera esposa, fallecida también muy joven. Hoy está casado con Ena Reyes Torres, y tienen dos hijos Juan y Victoria.

La vida de Ramón Barrientos Arellano, alumno, luego compañero de trabajo, amigo y compadre- él nos dio a Juan y nosotros le entregamos a Martita- ha estado ligada por más de cincuenta años a mi existencia. Como en 1975 decidiera irse a Venezuela, junto a su familia, pasó allí las nostalgias de un chileno en país lejano, pero también encontró la favorable acogida que ese pueblo dio a tantos compatriotas nuestros. Ramón devolvió la mano entregando, por muchos años lo mejor de si, como un docente culto especialmente en las materias del arte que él sabe manejar.

Su paso por la pintura, hábil, ágil y desaprensivo, en esencia contemporáneo, marcó un lugar en el rubro pictórico del Concepción de los 70. Su voz se escuchó en liceos y en el Departamento de Artes Plásticas de la Universidad de Concepción como profesor de pintura, en sus primeros años de funcionamiento.

Como persona suele ser subyugante en su conversación, plena de interés y humor, e indudablemente logra imponer sus puntos de vista. De gran independencia intelectual, imaginativo e inteligente ha ensayado diversos rumbos culturales, La investigación, el estudio y la expresión - escrita y hablada- han contado siempre con su concurso. Le he preguntado por la profesión considerada por él como la más propia y responde que es antropólogo, también profesor de arte, en fin, varias cosas.

Nuestra amistad es ahora de aquéllas que se acercan y se alejan, según los destinos geográficos de Ramón, pues su vida sigue dividida. Un pie lo tiene en Venezuela, en donde están sus hijos, chilenos avecindados allí por las circunstancias del amor. El otro pie descansa en Chile, en donde están sus relaciones familiares y yacen sus seres queridos.

Amigo de muchos amigos. Siempre alguien me pregunta: ¿ has sabido del Gordo ?

Iván Contreras R

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Aquí su comentario