Una tarde de sábado ante la
televisión estuve sumido en el siglo XIX ya que los directores de las películas
jugaban con el sentido de época, la del tiempo de la colonización del Oeste
norteamericano tan semejante a lo que sucedía en Chile hacia 1880, con las
mismas vestimentas, arquitecturas, bandoleros,
sus armas y feas intenciones. En una de ellas apareció un objeto moderno y lo
noté con gran claridad, por su diseño fuera de la época. Lo que unifica la vida
del mundo es la presencia humana y su naturaleza, es la civilización, pero el
sentido de época nos permite reconocer sus momentos. Diversas direcciones, aires,
sentimientos, artes, el espíritu de las cosas toman un color, el que corresponde
y que permite reconstruir el tiempo para componer las obras de teatro o
las películas del cine, las escenas con
personas y su moda fijan el carácter, pero sabemos bien seguros que es ficción.
Las salitreras y sus oficinas en el
desierto nuestro conservan su sentido de época por la congelación sufrida
cuando de improviso dejaban de funcionar y entonces al recorrer sus calles y recintos
sentimos el momento aquel en que
sucedían los hechos del cambio de siglo. Los ambientes tienen su estilo, aunque
fueran de años diferentes ellos juntos formaron el instante aquel en que hombres
llegados de todas partes del país se entretenían o se mataban trabajando.
Descubrimos los modos o formas de vida, conocimientos, aparece el avance industrial en una circunstancia o en un
tiempo que pasa, que no se repite.
En las artes plásticas todo se puede
falsificar, pero lo que no se puede vulnerar es el sentido de época. El experto
reconoce que algo no anda bien en ese cuadro y eso le hará más suspicaz en los
demás aspectos del mismo y por ahí descubrirá cual es la caída del
falsificador. En una oportunidad, por propia experiencia, al visitar
a una familia algo me hizo decir frente a una obra colgada en lugar
importante: “Pintura inglesa, 1890”. El dueño de casa se aproximó a ese cuadro
y me confirmó: “Si, autor de apellido inglés, 1892”.
En la música sucede lo mismo, de
escuchar una canción de 1920 la reconocemos como producida en el año 20, siendo
curioso aún cuando no hayamos vivido por entonces, es cuestión de cultura la
que facilita captar esos matices.
Originó estas palabras lo relatado
por Rodrigo Vidal Castro, amigo de Purén, que me contó su impresión al pasar
por Lautaro en donde encontró un molino que elaboraba productos del trigo
centeno cuyos envases en diversas medidas de peso contaban con un modelo
que le tocó sus fibras más sensibles del
pasado, el blanco del osnaburgo, el diseño de los rojos y azules que
mencionaban las marcas, la forma del saco de bolsa de inicios de aquel siglo en
el cual él ni había nacido. En cada época, todo hombre hace lo suyo, su aporte
se supone y tanto las artes y las ciencias son resultantes de particularidades
como del conjunto social completo.
Iván
Contreras R. 2012 Prof. Emérito, U. de
Concepción
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Aquí su comentario