MI COLECCIÓN DE
ESPUELAS GUACHAS
En
Frontera, Luis Durand hace mención a un cacique Melín que llevaba una espuela
que le arrastraba por la tierra dejando su señal. Como el escritor en su obra
no olvida detalle de lo que sucedía en
los campos de Malleco, entre Angol y
Traiguén, evoca a ese lonko y su espuela. Yo también recuerdo desde mi infancia
al mapuche y aquella espuela o acicate amarrada al talón de su pie - a patita
pelada- con que apuraban el tranco del cahuello, flaco y “crinudo” como
dice Durand repetidamente en su libro.
Por lo general eran pequeñas con rodajas de unas tres o cinco púas.
Con el tiempo las
reconocía en pares de tamaños diferentes, unas pequeñitas que yo siempre he llamado
“de campero”, otras medianas y las grandes y elegantes de huaso a caballo para
usar en las corridas en vacas en las medialunas. Estas obras de artífices con gran rodaja sonora del más puro acero de riel
de ferrocarril. Los huasos se dan los
datos sobre a quién encargarle las espuelas, el diámetro de la rodaja y los
adornos del pihuelo. No será barato ese par de espuelas, obra de ataujía o
incrustación de metales, seguramente
plata sobre hierro con motivos decorativos o arabescos
La artesanía de las
espuelas proviene de la colonia y se dice que la trajeron los jesuitas en su
estilo barroco bávaro, que la utilizarían en sus haciendas como una forma de
manejar los caballos en los trabajos del campo. Así pues la espuela es propia
del jinete montada sobre taloneras de suela y correas en que se ajusta el arco o cuerpo y las
piernas que van a cada lado del pie. En el pigüelo o pihuelo por medio de un
vástago se inserta la rodaja llena de púas para espolear al animal. Nuestra cueca, el baile nacional, los huasos
la bailan con su traje típico y con espuelas que se hacen ver por su sonoridad.
Las espuelas me
parecen seres vivos por ser gemelas, entonces que se pierda una de ellas deja a
la otra huérfana y además otras han tenido accidentes como quebrarse una de sus piernas, romperse el vástago y se pierde
la rodaja. Entonces el cuerpo de esa espuela va a parar al cachureo en donde lo encontraremos mientras la otra seguirá quizás que camino.
En una oportunidad, de paseo por Chillán, encontrándome frente a la Plaza del
Mercado vi un local de piezas variadas a donde me dirigí por si encontraba una
curiosidad y en efecto sobre un mueble se encontraba una linda espuela, enseguida
hubo que tomarla y moverla para sentir su tilín, que sonó bonito. Pregunté al
maestro por ella y me confesó apenado que era una “ espuela guacha ”. Seguí mirando por aquí y
por allá, disimulando mi interés dispuesto a pagar algo prudente por ella por
ser tan hermosa y de acuerdo a mi manía de evaluar por adelantado mi tasación personal
era alta. ¿ Y cuanto vale la espuela guacha? . Bueno ¡llévesela por unos tres mil pesos! . Me
quedé sorprendido, pues sabiendo que un
buen par de espuelas de huaso como aquella puede alcanzar un alto precio, me
hizo entender que al perder su compañera puede también perder su valor total. ¡ Me llevaré la espuela guacha , maestro ¡ y así
envuelta en hojas de “La Discusión”, el
diario de la localidad, ingresé aquella maravilla a mi pequeña colección.
Iván
Contreras R. Prof. Emérito, U de C.
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