Anoche puse en la barra de las preguntas en el computador , “Bar Cinzano”, y me encontré sumido en el ambiente noctambulo de ese mítico centro de Valparaíso del cual tuve noticias por un programa en la televisión. Esa vez quedé encantado de la atmósfera chinganera y sobre todo del canto de esa mujer que, a no dudar, es artista propia del lugar. También me sorprendió que estuviera allí el penquista Titae Lindl y su contrabajo. No volví a encontrarlos hasta que le conté mis emociones ante esas voces y sus melodías a mi nuera Sandra y ella me recomendara como podría llegar a ese mundo en el aparato de mi escritorio.
Como lo digo sí la encontré y ahí estaba ella, esa mujer madura y humorosa cantando el “ Chipi Chipi, aprende a bailar el ritmo del Chi Chipi…Amor te voy a comprar un avioncito para volar...”. Invité a Marta a escucharla, a quien también le gustó y nosotros solos en nuestro hogar, nos encontramos incorporados en este medio de fiesta de fin de semana. Además de la artista, participaba el público con gran frenesí degustando una “chorrillana”, especialidad de la casa que tiene de bueno su contenido y que se come “todos del mismo plato”. Nuestro interés creció al descubrir que el you tube continuaba con el tío Lalo Parra y otros personajes de la noche y de la bohemia.
Más adelante había la posibilidad de escuchar las canciones conocidas, aquellas oídas en la infancia y adolescencia como las del folklore interpretado por Los Cuatro Huasos que son los que conformaron mi memoria con Bajando para Puerto Aysén, El tortillero, Camino agreste, Matecito de plata, El martirio, El rodeo o el Cantarito de greda. Pude ver la gran diferencia de ese conjunto y los posteriores Quincheros, más musicales pero no tan emocionales en mis evocaciones. Los que están allí son Los Cuatro Huasos, menos pulidos pero más Chile.
Junto a Marta escuchamos la misma canción y sus diversos intérpretes que remueven los recuerdos de la vieja victrola de la casa paterna cuando don Manuel o los parientes que nos llovían en los veranos mallequinos nos traían como presente discos nuevos, recién grabados en Odeón, RCA Víctor, Brunswick o Columbia. Podrían ser otros conjuntos huasos o Silvia Infantas, el dúo Sonia y Miriam, Ester Soré, Malú Gatica, quizás Rayen Quitral con su voz lírica en La tranquera, Copihues Rojos, Una pena y un cariño, el Ay, Ay, Ay.
Marta vivía el entusiasmo y la emoción recordando su pasado capitalino y yo el mío campesino del sur y nos sentimos entonces tan acompañados, cualidad que tiene la música, la voz y el ambiente de aquel bar tradicional porteño.
Iván Contreras R. 2012
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