Los habitantes de Malleco tienen genes comunes que les permiten fácil amistad. He sabido que hasta en el extranjero saben reconocerse. Eso es tener “química” como me lo dijo una profesora de química.
Las fotografías antiguas de pueblos y campos son testimonios visuales de tiempos idos. Así se puede ver en el museo de Purén.
Si conocemos el pasado provincial podemos movernos con propiedad en el presente.
Los tiempos de entonces no es que fueran mejores. A la hora del relato se olvidan las penas, las dificultades, los dolores, sí se agrega la fantasía.
Las comidas que provienen de la tradición mallequina son interpretadas por la buena mano actual.
Junto al río las ramas y hojas de los sauces llorones se convierten en laureles al ceñirse como coronas clásicas a las sienes de los bañistas.
En los veranos a la hora de la fresca, las tardes y sus atardeceres brillantes de los celajes y sus colores románticos.
En los inviernos temporales con relámpagos y truenos que ruedan como toneles por las lomas y cerros.
Entre las tempestades eléctricas se forjaban los “rayos” que caían como hachitas de piedra que encontrábamos semienterradas en la cima de las lomas.
De los coleópteros hay miles de especies, algunas en la noche con luz propia.
En los campos las cosas del amor se daban con naturalidad. Las consecuencias las arreglaba la “misión” casando y bautizando.
A los niños mapuches se les daban nombres del calendario olvidando así el apelativo en lengua.
Con las primeras lluvias saber encontrar los hongos comestibles. En Europa hacen lo mismo.
Las lomas en primavera – como el desierto florido – son jardines reproduciendo la botánica de los libros y más.
Me pregunto si todas las gallinas de Trintre, ¿serán trintres?.
Angol que tiene historia, desde la conquista refundada tantas veces; punta de rieles en el siglo XIX desde donde se distribuían a los colonos extranjeros en caravanas de carretas y sus yuntas hacia toda la Araucanía.
De ciudad estudiantil se le denominaba y su alma mater era la Escuela Normal y sus promociones insuperables en su profesión.
Las hierbas en tiempo de sequía huelen más fuerte: los culenes, los poleos, las mentas, los hinojos, las melosas, el toronjil cuyano. Las esencias se condensan en gotas que perfuman los aires de Malleco con sus aromas.
Iván Contreras R . 2011
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