Gonzalo Rojas, el poeta nuestro que recibió – entre otros- el Premio Cervantes, es un buen ejemplo de trabajo literario en las regiones de Chile y con ello nos dice que se puede hacer creación artística de calidad superior lejos de los centros tradicionales. Desde el extranjero supieron saltarse a la capital, porque desde allí supieron distinguirlo al verle sin nebulosas en los ojos.
Cuando leo sobre el poeta Gonzalo Rojas Pizarro que: “nunca tuve impaciencia por publicar, tampoco afán de éxito. Todo lo contrario, siempre me ha parecido una desmesura”, entonces yo le creo. Al conocerle en 1960 ese éxito que hoy ha conocido a raudales ya lo llevaba guardado pero él no lo sabía.
Cuántas veces conversamos, de tú a tú, siendo yo más joven, cuando ocupaba su cargo en la Dirección de Extensión de la Universidad de Concepción, en donde desarrollaba un trabajo de funcionario emprendedor y visionario, cuando organizó las escuelas de verano y los encuentros de escritores que dejaron una huella en el trascender de la vida cultural penquista. También esas iniciativas e inventivas tuvieron eco nacional y fueron modelo para otras instituciones del saber internacional.
Por entonces me compró una acuarela de la zona de Contulmo, con el lago Lanalhue al fondo. Es probable que le gustara por ser de la provincia de Arauco en donde se encuentra Lebu, la ciudad puerto en que nació. Recuerdo que era hermosa en su formato mediano y sé que la ha conservado por tantos años en que su vida ha seguido caminos muy variados.
Como poeta pasó penurias en la vida de joven, con el fallecimiento temprano del progenitor que hizo que su madre ampliara su función a la del padre ausente y estuviera bajo su responsabilidad la mantención y los estudios de los hijos. Pero claro, Gonzalo tiene un espíritu diferente al de sus cinco hermanos desde su sensibilidad y su particular manera de enamorarse de aquella chiquilla de ojos zarcos: “ a quien jamás me atreví a confesarle mi amor”, como el primer amor que no se concreta, pero que le servirá de motivación pura para sentir a la mujer: “Desde mi infancia vengo mirándolas, oliéndolas/ gustándolas, palpándolas, oyéndolas llorar/ reír, dormir, vivir”.
Gonzalo Rojas es intervenido por el destino que lo castiga de joven, que lo exilia de adulto, pero que lo reconoce, premia y homenajea de mayor. En los últimos tiempos recurre a lo vivido, a lo leído para seguir escribiendo, seguir viajando, aunque piense con sentido realista que lleva a la muerte junto a sí, “como una niñita que camina al lado de uno, a la cual uno debiera amar y no temer”.
Ahora últimod lo he visto caminar lento, pero erguido y seguro. Hablar despacio pero puede apurar y hasta hacerlo golpeado si la expresión lo necesita. Como muchos vates que usaron la cabeza y el talento para iluminar nuestras existencias alcanzará una larga proyección futura. Descubriremos mucho de los contenidos en su sabiduría poética, vendrán las revalorizaciones. Podemos esperar.
Iván Contreras R.
Prof. Emérito, U. de Concepción
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