¡Cómo se le ocurre al Iván traerle una piedra de regalo de cumpleaños al Eugenio!, fue la expresión de su esposa que olvidó que su marido entendía de piedras por su oficio de escultor y que aquella que yo le había llevado – no como un sácame de apuros – era un notable trozo de madera fosilizada encontrada por mi mismo en las cercanías de Angol. Supe por el gesto y por el brillo de sus ojos que al Eugenio le había fascinado el regalo porque él supo que le estaba entregando miles de años en esa muestra material, los que había demorado en formarse conservando las vetas y señales de un árbol de Nahuelbuta. Además ese regalo cumplía con otra condición de tal, que a mí me doliera deshacerme de ella ya que llevaba años entre mis cosas queridas. Marta me había advertido que algo así podía pasar, que no fuera comprendido mi gesto, pero yo había pensado que ese era el presente indicado para esa persona.
Pasado algún tiempo vi la piedra en un lugar destacado en aquel hogar.
El pintor Eduardo Ossandón recibió agradecido esas fotos de árboles y paisajes que le había llevado como posibles temas para sus pinturas. Además de conversar largamente de nosotros mismos, de sus males y soledades, cuando ya me retiraba y pasar por el living en un ágil movimiento descolgó un cuadro suyo y me lo pasó, Sorprendido yo amagué una devolución y que solo había venido por verle a él y traído esas fotografías como un regalo desinteresado. ¿ Que no puedo ser espontáneo yo…huevón?. Al responderme así y ante esas palabras ciertas e ineludibles acepté su regalo que hoy cuelga en uno de mis muros.
El único regalo de matrimonio que conservamos, desde hace unos 55 años, es un cuadro de don Carlos Pedraza, mi maestro de pintura. Como siempre ha estado en un lugar preferente se conserva en perfectas condiciones y por eso yo suelo aconsejar que se regalen obras de arte en los casamientos, no grandes pinturas, pero que estén bien enmarcadas y que el artista lo respalde con una buena trayectoria.
Cuando se trata de que yo obsequie un cuadro a una nueva pareja tengo buen cuidado en que los novios y su familia comprendan la calidad de la gentileza, pues si no es así temo que digan “no tiene ninguna gracia el regalo de Iván, total lo hace él mismo y no le cuesta nada”. En ese caso prefiero comprar alguno de las listas que se hacen llegar al propósito. Si alguien me compra un cuadro como regalo y se pone a pensar que le gustará a la persona en cuestión le aconsejo que se decida por algo que le guste a si misma, o sea algo con lo cual ella se quisiera quedar.
Al gran pintor Sergio Montecino, Premio Nacional de Arte 1993, le pedí que me enviara un cuadrito desde su taller para mi pequeña colección y me cobró solo el valor del marco por lo que entendí que la obra como tal era un regalo que rubricaba una larga amistad. Cada vez que lo veo me recuerda al querido maestro y siento orgullo de poseer esa muestra de su aprecio.
Iván Contreras R. 2011-04-17
Prof. Emérito, U. de Concepción
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