La vigencia de la bicicleta


Me simpatiza este animal flaco que es la bicicleta. Me gusta ver cuando va el padre con el hijo cada uno montado en la suya; ver al obrero en ese oscuro caballito que él usa de madrugada como medio de transporte hacia su trabajo; ver a Rose Marie que recorre la ciudad en la propia premunida de un canastillo para las compras.


Se la puede escoger según el destino que se le dará. La más común es la de paseo. Cuando se fortaleció sirvió para recorrer terrenos ásperos y practicar una forma deportiva nueva, nacida en USA hacia 1972, el bicicross. Hacía un par de años que se había inventado la mountain bike o de montaña, liviana pero fuerte. Mucho antes se había afinado y aligerado hasta lo increíble en la bicicleta de carreras, haciéndola aerodinámica al cambiar el manubrio hacia abajo y subiendo el sillín para modificar la posición del ciclista y evitar la resistencia del aire. Puede verse este tipo de bicicleta en las competencias internacionales como el Tour de France nacido en 1903, el Giro de Italia desde 1909, la vuelta de España desde l935 y entre nosotros la vuelta de Chile a partir de 1976.
En cuanto a su historia, hasta los antiguos egipcios y chinos, tuvier on una rudimentaria bicicleta, considerando tal cualquier artilugio de dos ruedas puestas una detrás de otra. Como es de imaginar, Leonardo de Vinci la dibujó, pero como no la construyó, no supo que su diseño funcionaba. Aunque su conformación actual empezó a perfilarse a fines del siglo XVIII, es la bicicleta con una rueda muy alta y una pequeñita atrás el modelo que reconocemos como el precursor de la contemporánea. Evolucionó hasta tener dos ruedas iguales, se estableció la primera fábrica masiva y se definió su género, la de hombre con una barra al medio que era de su exclusividad, siendo muy contrario a las buenas cos tumbres que la usara una dama. Para ellas tenía que ser de estructura abierta para dar cabida a los vestidos largos. Hoy en día la bicicleta puede ser unisex, sin diferencias de uso.

En Purén, región de la Araucanía, en un verano y a las nueve de la noche, aprendí a andar en bicicleta. Después de varias dificultades y más de alguna caída, finalmente me equilibré y seguí pedaleando y recorriendo la plaza en una bicicleta a la que le habían crecido alas. Recuerdo muy bien esa noche brillante y luminosa que se prolongó hast a las primeras horas de la madrugada y también la sensación de triunfo por la culminación de un esfuerzo y por el logro de un deseo. Más tarde mi vida ha pasado en contacto con la bicicleta, por caminos de tierra y pavimento, por c alles y modernas ciclovías. Con las actuales maquinitas en que hasta la más económica de precio tiene su equipamiento comple to.
Iván Contreras R.

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