Pueblo y entorno


                          
            Purén nació como un fuerte para asentar tropas. Junto a él se levantaron las primeras casas que sostendrían la vida de los soldados y sus familias, llegando pronto a constituir un pueblo. Ésta fue la forma de surgir de muchos poblados en el pasado, instalados en los cruces de caminos o junto a las estaciones del ferrocarril, cubriendo en cada caso las  necesidades inmediatas, atrayendo las actividades comerciales y de orden social.
            A las ciudades, en cambio, se las fundó en tal calidad desde el principio. A San Fernando, Curicó, Talca, Cauquenes o Linares nadie las pensó como pueblos que podrían evolucionar a ciudades. Se crearon con todas sus funciones establecidas, a partir de una planta que en nuestro caso siempre obedecía al plan de damero o tablero de ajedrez con calles tiradas a regla, con una plaza central, con sus autoridades designadas y entrega de predios a sus futuros habitantes.
            Algunas ciudades han debido luchar por conservar su condición. Pienso en otras
que se lamentan de que un centro urbano cercano les absorba sus energías, es decir que la gente de los campos aledaños prefiera hacer sus inversiones y compras allí porque sus ofertas serían mejores. Entonces es la ciudad la que no se ha relacionado adecuadamente con su entorno, al no desplegar los esfuerzos suficientes para captar el interés y entusiasmo de los habitantes de las ruralidades.
            Que los pueblos y ciudades son dependientes de su entorno natural, de los campos vecinos, no cabe dudas. Recuerdo a un Purén activo y dinámico en décadas pasadas cuando los piños del ganado vacuno y sus arrieros entraban por los caminos de Lumaco, de Manzanal o desde las vegas, atravesando por sus calles- los días lunes- en busca de los corralones de la gran feria. Por la tarde se cargaban los trenes con los animales hacia las ciudades del norte.
             También es posible evocar las caravanas de carretas con los productos de las lomas, del trigo y la avena. De las papas y legumbres de las vegas. De las maderas nativas de las montañas. A la vez, el movimiento de gente sustentaba la vida de dos hoteles y la permanencia de otros negocios de rubros diversos, de abarrotes, de géneros, de ferreterías y herramientas. Se desarrollaban zapaterías, talabarterías, herrerías, carrocerías y talleres de otros oficios.
             El trabajo del campo hacía andar al pueblo, y éste a su vez, para sustentarse debía contar con escuelas e iglesias, un hospital, oficinas y servicios de todo orden. En fin, actividades humanas para satisfacer tanto las necesidades de los campos, como las del propio pueblo.
                                                                                               Iván Contreras R. 2008

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