Situado en la cima de una loma se tiene dominio sobre las otras lomas, que se suceden una tras otra hasta la lejanía. Donde se encuentran y ascienden por la cordillera arbolada de Nahuelbuta o bien se estrellan con la pantalla azul de la cordillera nevada de los Andes. Todo ese espacio está cubierto por la bóveda del cielo, inconmensurable, muy densa de aire azul en el cenit y aclarándose al llegar a contactarse con la tierra y sus horizontes. Para pintar un buen cielo y que resulte hay que considerar esta característica.
Una mirada al cielo y se saben muchas cosas para ese día o para muchos días consecutivos. Temprano en la mañana, el campesino mira su cielo y si es cristalino en su claridad es que augura un día caluroso.
Los días de enero pueden ser muy limpios y por tanto tener un firmamento de fuerte azul. El de febrero siempre ha de estar sembrado de nubes aborregadas y correrán brisas.
El cielo tiene dos vidas, una de día y otra de noche, pasando por las transiciones, la alborada y el crepúsculo que pueden ser muy hermosos en los colores que se desparraman como celajes en las alturas; horas preferidas para la fotografía y para los intentos de los pintores por eternizar en sus telas esos momentos considerados como románticos.
En invierno, en un día de temporal, puede ser el cielo un eterno espectáculo de nubes que transitan a gran velocidad impulsadas por vientos estelares. Una tormenta eléctrica con sus rayos formará figuras luminosas de increíble inventiva. Siendo niños, tendidos de espalda en el patio de tierra, mirábamos como se dibujaban en las nubes animales fantásticos y a veces los rayos cortaban las cabezas a los dragones. Cuando se desataban los grandes chaparrones hacían que toda la vida del campo se detuviera .
La noche depara un mundo nuevo en que la luna y las estrellas son las protagonistas. En la oscuridad nocturnal la luna llena parece más grande y con el silencio que ayudaba a concentrarse en sus manchas era posible ver clarito a la Sagrada Familia, a la virgen y el niño montados en el asno en su camino al exilio. De recorrer las estrellas, viajar por la vía láctea, reconocer a la osa mayor y descubrir la cruz del sur, pasar por los más brillantes luceros y no cometer la locura de contarlas- cosa que nos tenían prohibido por la creencia segura de que nos saldrían verrugas dolorosas.
Las luciérnagas en sus vuelos intentan competir con las estrellas y cuando la noche estaba nublada podían ganar. También palidecían las estrellas cuando se encendían las luminarias sobre las lomas en el la noche de la Cruz de mayo.
Iván Contreras R.2008
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