Ese día lo habíamos dispuesto para visitar el Museo del Louvre. Esa institución que encabezaba las vastísimas colecciones de arte públicas de Francia, exhibía lo más notable de todas las épocas y culturas del mundo. El museo fue inaugurado en 1793, reuniendo en sus inicios todos los tesoros artísticos de la Corona procedentes de las residencias reales, y que siguió enriqueciéndose por adquisiciones y donaciones. De iglesias y conventos franceses y por obras recogidas en Italia, los Países Bajos y de España. Por la visionaria acción de Francisco I cuenta con el mayor número de obras de Leonardo da Vinci.
Las primeras salas estaban dedicadas a las culturas de la antigüedad clásica. Egipto nos mostró al Escriba Sentado y numerosos ejemplares del arte del Nilo. Más allá, muy destacada la Victoria de Samotracia, la Venus de Milo y otras doncellas y efebos griegos.
Las amplias salas conteniendo pinturas de todos los siglos nos indicaban que el edificio era inmenso y que se requerían días para recorrerlo. Los guardias, tanto ellos como ellas, vestían de azul marino y vigilaban el pasar de visitantes de todos los lugares del orbe, escuchando infinidad de idiomas. Una silla de Viena les permitía el reposo y como nuestro deambular invitaba al cansancio, en las ocasiones en que estaba desocupada era asaltada por nosotros, ya que no había un escaño siquiera.
En eso, vimos a un grupo de orientales que se sacaba fotografías frente al muro en que colgaba la Mona Lisa del gran Leonardo. Ahí estaba ese mítico cuadro, mil veces visto en reproducciones. Es, sin lugar a dudas, el trabajo más conocido del pintor italiano y el más famoso, siendo imposible encontrar a alguien que no haya visto la pintura, ya sea en el original del Louvre o en una de las innumerables representaciones en libros o carteles publicitarios. No es de grandes dimensiones : de 77 x 53 centímetros y la tenían resguardada bajo vidrio para evitar atentados.
Los museos suelen tener obras señeras, con mucha historia, y que todos quieren ver. La Mona Lisa atrae las visitas al Louvre.
En otras de las muchas salas vimos el arte de la edad media, del renacimiento y del barroco. A esas alturas estábamos tan agotados que solo esperábamos el término del día expositivo para retirarnos a nuestro alojamiento.
Por la tarde, ya en el hall de salida, nos reconocimos por el tono familiar de la voz con un matrimonio chileno con quienes entablamos animada conversación, cambiando impresiones sobre lo visto recién. Como nosotros, también hacían el viaje de su vida, para que ya no les contaran más cuentos. En un momento dado, la esposa de esa pareja nos preguntó:¿ Se han fijado que hoy es el 18 de septiembre?.
Iván Contreras R.
Prof. Emérito U. de Concepción
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